
Sssshhhhhh...Silencio!. Galante, el caballo de mi amigo está a punto de entrar en la marisma. Aquel potro tordo rodao, español con sus papeles debajo del brazo, del hierro de Eduardo Portillo y bello como el mismo, está a punto de conseguir el sueño de su vida: Ser un caballo marismeño.
Me he llevado toda la primavera y el verano viéndolo a diario, allí en el cercado de enfrente ya en fase blanca por el paso del tiempo y acompañado por una yegua de su mismo pelo. ¡Galante!...y allá que venía el tío con su relincho a acercarse a la alambrada para corresponder al saludo. El día que deje de verlo sabía que se había ido a cumplir su sueño. Vuelvo a cerrar los ojos para verlo... Sssshhhh...Silencio! ya está ahí, tocando los juncos y el agua con las manos. Por fin esta retozando en la marisma. El agua salpica y el barro le llega hasta la barriga. Vaya espectáculo!!! Galante vuelve a estar feliz!!!.
De repente un silbido que se extiende por este paraje inigualable interrumpe este bello momento. Viene de la otra orilla de la marisma. Allí puedo distinguir dos siluetas. Una de ellas es la de un gran hombre curtido en mil batallas, que sostiene de reata a otros dos tordos cruzados y un par de mulas. A uno de los tordos los conozco a la perfección. Pasé con el muchos días y su relincho a modo de saludo me es inconfundible. Esta en buenas manos. La otra figura es la de un chaval con gorrilla campera y polainas que se adentra en la marisma con un cabezón en la mano. Galante se para de repente y se engalla mirando a ese chaval que se le acerca. ¡Lo ha conocido! y la reacción del caballo es increíble. Trota erguido, majestuoso, con el macho en alto y con resoplido eufórico haciendo que el chapoteo del agua sea la mas bella sinfonía en busca de su dueño. El encuentro es lo mas maravilloso del mundo, los parpados de Galante se vuelven a levantar después de que llevasen catorce años marcando una tristeza difícil de explicar, y el momento que yo llevaba años esperando volver a ver por fin se produce. Al colocarle el cabezón, Galante se ha vuelto a levantar de manos exultante de alegría, majestuoso en medio de la marisma...sabiendo que lo ha conseguido: Ya eres un caballo marismeño Galante.
Antes de volver a abrir los ojos, mi amigo ha vuelto a llegar a la otra orilla con Galante donde aquel señor los espera. Antes de irse se me han vuelto todos, se han quitado la gorrilla campera y con la mano se han despedido. No es un adiós, es un hasta luego.
Ahora, sentado en mi banco de madera aquí en el campo, frente a su cercado, me doy cuenta que Galante ya no está...ni estará mas. Alcanzó su sueño de ser un caballo marismeño. Volvió a reencontrarse con su dueño, con mi amigo, y ahora es feliz en las marismas del cielo. Yo ahora tengo una gran ventaja, que cuando quiera volver a verlo no tendré que venir al campo. En cualquier momento volveré a cerrar los ojos y ahí estarán todos, y eso me hace ser mas feliz que antes.