martes, 26 de mayo de 2020

AQUEL 24 DE MAYO DEL 2019...

Foto: Ceferino
Un año entero menos dos meses y medio de confinamiento lo que ha pasado desde que muchas ilusiones se dieran cita en las Ventas aquel 24 de mayo. La primera la de un torero que iba a confirmar en Madrid no solo su alternativa, sino muchísimas cosas más. Y muchas más de toda aquella gente que sabían del camino de espinas durísimo que había tenido que pasar David para poder hacer aquel paseillo. Hemos visto imágenes de nuestras localidades con las calles vacías en estos días atrás, pero según me cuentan los que aquel 24 de mayo del año pasado se quedaron en Trigueros, ya el pueblo aquella tarde se pudo ver esas imágenes de soledad por las calles porque todo el mundo estaba, o bien en casa o bien en los bares, viendo a su torero cambiar todo por las puertas de la gloria. Como en tiempos de Terrón, Litri, Chamaco… cosa grande vaya.

Los que tenemos, o tienen, la suerte de conocer a David y lo han seguido desde que comenzó en esto, sabíamos que era capaz. Solo pedíamos que un toro le metiese la cara. La tarde no se dio para mucha esperanza, y tanto aquel castaño de imponente presencia, de nombre “Molador”, como el resto de la corrida hacían caer en el desánimo de que nos quedaban otros 600 kilómetros de vuelta en el más absoluto aburrimiento. Detalles muy toreros de Paco Ureña en el quinto y gracias. Por aquel entonces, la tarde se había vuelto muy desapacible en todo, en lo artístico y en lo climatológico. El frío se había hecho presente en los tendidos (ya fríos de por sí), y además vino acompañado de ese viento tan desagradable de las Ventas. Y entonces salió por la puerta de chiqueros “Despreciado”, herrado con el 58 en los costillares. Un toro grande de Juan Pedro, serio como él solo, y que traía dentro una guasa tremenda bautizada con el nombre de CASTA. Y se paró todo… menos el viento.

No sé cuántas veces habré visto la faena. Siempre me quedaré con lo que viví esa tarde en la grada del 6 de las Ventas acompañado y rodeado de aficionados/as. Perdón, de AFICIONADOS/AS. Recuerdo la faena in situ, pero no recuerdo nada. Emoción lo llaman. Recuerdo bajar las escaleras camino de la puerta grande mientras Enrique me preguntaba ¿Qué te pasa Marín?”. “Que no siento las piernas y me tiemblan Enrique”. Me costaba asimilar lo vivido en la piedra de las Ventas hacía cinco minutos antes. La cuestión es que he tenido que volver a ver aquello un montón de veces más con la tranquilidad necesaria. Nada que destacar de los dos primeros tercios más que una brega extraordinaria con el capote de José Antonio Carretero y un gran par de Fernando Pereira. Pero cuando vi a aquel tío vestido de blanco y oro irse al centro a brindar y quedarse allí en el medio con una muleta que parecía una sábana en un tendedero en días de levante…sabía que había tirado la moneda y que algo gordo estaba por venir. Hoy, un año después, tengo que sincerarme y decir que cuando vi salir a Despreciado como un tren desde el burladero del 6, lo único que pedía para adentro es que aquel vendaval y el de Juan Pedro lo respetasen. Siempre he pensado que para Triunfar en Madrid se tenían que reunir en una tarde mil condicionantes, y allí estaban todos. Pero sobrar… sobraban el viento y demasiado valor en David.

Cómo en todo acontecimiento, siempre habrá quien cuestione lo que sucede en algo. El ser humano es así por naturaleza. No voy a ser yo quien cuestione pensamientos de nadie, pero en el caso de aquel 24 de mayo de 2019 me quedo con esa parte de las Ventas que, aún sin pedir la segunda oreja, jamás la cuestionó. Siempre he dicho que para ser un buen aficionado (no es mi caso) no hace falta que te hayas puesto delante nunca, pero si hay sensaciones y detalles que se escapan a los que nunca lo han sentido. Estoy absolutamente convencido que Despreciado hubiese descubierto a muchos. El mismo David de Miranda reconoce que "si ese toro se hubiese ido con las orejas puestas al desolladero…le hubiese hecho mucho daño". Si al estar a la altura del toro le añadimos las condiciones adversas a las que David se enfrentó, y de que es un torero que venía de pasar un auténtico infierno, para mí el triunfo es mucho más triunfo. Quizás a alguno/na no los quieran tener en cuenta (en su derecho están), pero…ahí está lo que aquella tarde vivimos veintitrés mil almas.

El pasado domingo se cumplía un año después de aquel día inolvidable, de aquellos pelos de punta, de aquellos abrazos en la puerta grande mientras una furgoneta blanca cogía la calle Alcalá arriba entre la multitud. Esta hubiese sido la temporada de David para confirmar el toreo que lleva dentro. Un toreo puro en detrimento del espejo. Las plazas y las ferias seguirán ahí, y esperemos que le vuelvan a respetar los contratos. Parece que fue ayer pero ha pasado ya un año de aquel 24 de mayo de 2019. 53 años después de que el último onubense cruzase la puerta grande de las Ventas, el maestro Miguel Báez “Litri”, en aquella feria del 66 en que “Atrevido” (el toro "blanco" de Osborne) y el maestro Antoñete escribiesen también otra página histórica en la tauromaquia, David de Miranda volvía a pasear la bandera de Huelva por el ruedo de las Ventas. Aunque lo mejor…está por llegar.


Gracias por las fotos como siempre al amigo Ceferino












Trigueros en estado puro...




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