UN CORTE A TIEMPO

Se acercan las capeas y repasando en el tiempo he recordado lo que me paso un año para las capeas en mi pueblo, en Trigueros. Para los que no son de aquí y no las conozcan, comentarles que las capeas en mi pueblo comienzan a últimos de agosto y primero de septiembre. Son iguales que las que se celebran en las localidades vecinas de San Juan del Puerto, Beas y Niebla, donde los animales no son ni ensogados ni embolados ni nada por el estilo. Simplemente se sueltan en una plaza para el disfrute de la gente y de mas de un valiente que se atreve con los recortes, muletas y capotes y luego se devuelven a la dehesa. No se sacrifican.

El origen de las capeas se remontan a cientos de años atrás donde se traía el ganado bravo del campo a la población para que la gente disfrutase de tan bello animal. Esto es muy común en todo el territorio español, incluido Cataluña con sus famosos correbous, solamente que allí sufre mas maltrato que aquí ya que según anti taurinos (no catalanes claro), el animal embolado puede llegar a quedarse ciego por el calor del fuego en los pitones, y los ensogados sufren un estres tremendo al estar constantemente amarrados por la testuz.

Bueno, pues después de este "palito a la burra", me he centrado mas en el estres de los animales y he recordado una vivencia que tuve hace como doce o trece años aquí en las capeas de mi pueblo con las vacas. Lo que en un principio me pareció una salvajada, resulto ser lo mas gratificante del mundo. Me explico. Corría el año 1997 - 1998 (no lo recuerdo bien) y me encontraba trabajando en la ganadería de D. José Ortega (D.E.P), cuando a su hijo Gerardo Ortega que era quien llevaba la ganadería le propuso el ayuntamiento de mi pueblo llevar un encierro de diez o doce vacas a el pueblo para las capeas. Gerardo apartó doce vacas, de las cuales recuerdo que seis eran vacas "viejas" y las otras seis eran utreras de desecho de tienta. Estas ultimas no habían ido nunca a una capea. Gerardo nos pidió a mi compadre Alberto, encargado de la finca, a Luis, un compañero de Niebla encargado del trabajo con el ganado y a mi que nos fuésemos a el pueblo y estuviéramos pendiente de las vacas, ya que tenían que volver al campo y cualquier desgracia en la plaza costaba un dinero muy curioso.

Recuerdo la sabiduría de este compañero, Luis, que con la misma edad que yo y siendo tan joven, se había criado en el campo entre caballos y toros bravos. Valiente como el solo. En la plaza, las vacas "viejas", con la sapiencia de la edad no se emplearon mucho. Lo suficiente de una vaca brava. Pero las nuevas... sin saber lo que era aquello se emplearon demasiado. El ganado bravo, cuando se emplea mucho entra en un nivel de estres tan alto que llegan a congestionarse. Pues cuando nos dimos cuenta teníamos a las seis nuevas tiradas en el suelo sin poderse mover.

Alberto, Luis y yo nos dirigimos a la primera que estaba en el suelo y cual fue mi sorpresa que Luis saca su navaja y le pega un "tajo" en la oreja a la vaca. La gente que me conoce sabe que soy animalista al cien por cien, y cuando vi aquella vaca sangrando por la oreja me indigne bastante la verdad, por lo que le pregunte a Luis que porque había hecho aquello. El solo me respondió.... "Esta, a lo mejor se salva". Me quedé sin palabras.

Así nos fuimos una por una hasta pegarle un corte en la oreja a cuatro de las seis. Las otras dos restantes las habían recogido los encargados municipales en el camión que las transportaban hacia la finca, sin que el bueno de Luis hubiese acabado su "trabajo". Cual fue mi sorpresa al día siguiente en la finca, que las cuatro a las que se la habían cortado en las orejas y habían desangrado un poco se recuperaron de la congestión y se salvaron... las otras dos restantes fallecieron en el campo sin superar aquello.

Le pregunte a Luis que a que se debía aquello. Me dijo que el no era veterinario, pero que cuando el animal entra en tal situación de congestión, el desangrado le ayuda a descongestionarse y poco a poco salen de esa situación. Lo que en un principio me resulto un acto cruel, luego resulta que les salvó la vida a los animales. Después en el campo he visto esta misma situación debido a diversas causas. No hace falta que el animal venga a una capea, y la verdad es que un corte a tiempo por mucho que pueda resultar desagradable es el mejor remedio hasta que llega un veterinario. Me ha parecido interesante compartir aquella anécdota para aquel que no es habitual del campo bravo y no la conoce. A partir de aquí os dejo dos reflexiones:

La primera, ¿Os recuerda algo esto del desangrado?.
La segunda, ¿Que hubieseis hecho vosotros?.

Yo, al igual que Luis, tampoco soy veterinario, simplemente os comento experiencia que me ha puesto la vida por delante, pero en el segundo caso tengo muy claro lo que hubiese hecho.

Un saludo.